En del post de hoy voy a hablaros del Efecto Hawthorne. Entre los años 1924 y 1932 se realizaron una serie de experimentos en Hawthorne Works, una fábrica de la compañía Western Electric en las afueras de Chicago. La empresa había encargado un estudio para comprobar cómo la iluminación dentro de la fábrica se relacionaba con la productividad de sus trabajadores.
Un grupo de psicólogos e investigadores se desplazaron a la fábrica. Creían que, aumentando la luz ambiental en los lugares de trabajo de la empresa, también aumentaría la productividad de los trabajadores. Realizaron el experimento en cuestión y pudieron demostrar que estaban en lo cierto, que aumentos en la iluminación del puesto de trabajo comportaban aumentos de productividad. No obstante, uno de los investigadores no estaba muy convencido del descubrimiento que acababan de realizar. Insistió y convencer a sus compañeros de volver a hacer el estudio, pero en sentido inverso, es decir, disminuyendo la luz en lugar de aumentarla.
Semanas más tarde, realizaron de nuevo el mismo experimento reduciendo la luz del puesto de trabajo. Una vez finalizado el estudio, los resultados fueron muy sorprendentes. En contra de lo que la mayoría de los investigadores sospechaba, la disminución de la luz ambiental provocó aumentos en la productividad. ¿Como podía ser que tanto aumentando la luz en el lugar de trabajo como disminuyéndola provocara aumentos de productividad? ¿Qué sentido tenía todo?
Tras tiempo de análisis e investigaciones, los psicólogos llegaron a la conclusión de que lo que había hecho aumentar la productividad no había sido la luz. Al contrario, estaban convencidos de que no tenía nada que ver con la productividad (dentro, por supuesto, de unos parámetros lumínicos que no dificultaran el trabajo a realizar). La conclusión fue que el elemento causante de estos incrementos de productividad había sido el hecho de que los trabajadores se sentían observados, se sentían examinados.
El proyecto liderado por el psicólogo australiano Elton Mayo terminó siendo uno de los grandes referentes de la psicología organizacional. Desde entonces esta teoría se conoce con el nombre de Efecto Hawthorne. Se trata de un fenómeno muy presente en investigaciones en ciencias sociales que demuestra que las personas que son observadas, analizadas, medidas … tienen una mayor posibilidad de aumentar su rendimiento profesional que aquellas que no lo son.
Y este descubrimiento es esencial, no sólo en el mundo de la productividad empresarial, del management o de la psicología sino en todos los ámbitos humanos. Las personas aumentamos el rendimiento cuando nos sentimos observadas. Ya sea en el ámbito de la docencia, de la educación en la familia, en el deporte o en otros ámbitos. Y no basta sólo con observar o medir. Resulta imprescindible que la persona observada sepa que está siendo analizada. Por lo tanto, además de observar, tenemos que demostrar a nuestros familiares, trabajadores, alumnos … que están siendo observados, que están siendo medidos. Y no debe ser en un sentido «fiscalizador», sino positivamente, para hacerles ver que su trabajo es importante, que se valora y se mide. Como dice el dicho «lo que no se mide no mejora, y lo que no mejora empeora«.
Este aprendizaje resulta muy útil en el desarrollo del liderazgo. Hacer que nuestra gente se sienta observada, provocará aumentos en su productividad siempre y cuando sean desarrollados de forma cordial, haciéndoles partícipes de lo que se ha de medir, de cómo se va a hacer y los resultados que se sacarán. Porque dedicar tiempo de calidad a nuestra gente, es el mejor camino para liderar forma efectiva, ya sea en el ámbito personal o profesional.
También resulta muy interesante este aprendizaje para el desarrollo personal y la marca personal. A nivel individual debemos observarnos a nosotros mismos. Debemos fiscalizarnos y comprobar nuestros resultados en los ámbitos que queramos desarrollar. Para ello debemos tener claro, en primer lugar, qué métricas queremos utilizar, qué aspectos de nuestro rendimiento queremos medir. En segundo lugar, establecer objetivos sobre estos indicadores. Y a continuación, medir periódicamente nuestra evolución en estos parámetros: dónde estamos, donde estábamos y dónde queremos ir y qué acciones hay que realizar para conseguirlo. Y sobre todo recuerda, “solo vas a mejorar aquello que vas a medir”.