Quería explicarte en este post 2 efectos muy perjudiciales para el trabajo en equipo y que, lamentablemente, son mucho más habituales de lo que imaginas.
El efecto Procusto es una patología psicológica que hace que la persona que lo sufre no tolere el éxito de los demás, deteste a las personas que sobresalen en algún aspecto y suele conllevar el rechazo a cualquier idea que las personas que sobresalen tengan. El nombre de Procusto proviene de la mitología griega. Procusto tenía una posada en las colinas que era frecuentada por viajeros que estaban de paso. Procusto invitaba a cada huésped a tumbarse en una cama de hierro. Cuando el viajero dormía, lo ataba y si el viajero era alto y sobresalía de la cama, le cortaba los pies las manos o la cabeza. Si el viajero era bajo, lo cortaba en trozos para estirarlo y hacerlo coincidir con la longitud de la cama.
El efecto Procusto, como seguramente habrás podido comprobar en tu carrera profesional, es más frecuente de lo que sería deseable. Suele genera grandes problemas dentro del equipo: mal ambiente laboral, reducción del rendimiento, alta rotación del personal… Es un problema de grandes dimensiones y que no suele ser fácil de solucionar. Lo más importante es detectarlo en el proceso de selección y de esta manera evitar que la persona en cuestión se incorpore a la empresa. Como no siempre es posible detectarlo a tiempo, si ya tienes la persona con el síndrome de Procusto en la empresa, debes hacerle un marcaje férreo. No tolerarle este tipo de acciones tan perniciosas. No permitirle ascensos ni mejoras en su puesto de trabajo hasta que haya reconducido su forma de trabajar. Hablar con la persona y ayudarle a eliminar el síndrome de Procusto de su perfil. Hay personas que lo consiguen superar y se convierten en grandes profesionales. En cambio, otras personas no consiguen cambiar de actitud; en este caso te recomiendo despidas a la persona antes de que sea demasiado tarde y los daños causados sean más grandes.
El otro efecto que quería explicar es el de Dunning Kruger. Se trata de un sesgo cognitivo que hace que las personas incompetentes tiendan a sobreestimar sus habilidades mientras y las personas más competentes tiendan a subestimar sus habilidades. Debe su nombre a los psicólogos sociales David Dunning y Justin Kruger, ganadores del Premio Nobel de Psicología en el año 2000. Este efecto puede resumirse de forma sencilla: las personas que menos saben son las que más creen saber. Seguro que sabes a qué me refiero. Y me atrevería a decir que seguramente has tenido (la desgracia) de tener a personas como estas cerca.
Los estudios de los psicólogos Dunning y Kruger demostraron que las personas incompetentes en cierta área de conocimiento, eran incapaces de detectar y reconocer su incompetencia y además, no solían reconocer la competencia de las otras personas. Sus rasgos son fáciles de identificar. En este sentido, te recomiendo que identifiques cuanto antes a alguna persona en tu equipo que se comporte de esta forma. Lo importante de este efecto es que, una vez detectado, se diluye en la medida en que la persona incrementa su nivel de competencia. A medida que mejora su competencia, la persona suele ser más consciente de sus limitaciones y también suele valorar más las competencias de las demás personas. Por lo tanto, trata de identificar a las personas de tu equipo que sufren este efecto. A continuación, fórmalas y ayúdalas a mejorar su nivel de competencia. Conocer bien estos 2 efectos y saber cómo gestionar las personas que los sufren es clave para que puedas desarrollar un buen liderazgo y conseguir buenos resultados con tu equipo. Y recuerda una frase de Andrew Carnegie “El secreto de mi éxito fue rodearme de personas mejores que yo”.