Cuando hablamos de liderazgo y sobretodo de grandes líderes, la mayoría solemos pensar en personas como Barack Obama, Steve Jobs, John F. Kennedy… Y a menudo, una de las características más admiradas de estos líderes es su capacidad para comunicar, especialmente lo que llamamos hablar en público. Todos recordamos discursos emblemáticos como el de Steve Jobs en la Universidad de Stanford, el famoso discurso de Martin Luther King con su “I have a dream”, y otros como Gandhi, Margaret Thatcher…
También conviene resaltar, que a la mayoría de directivos les suele gustar comunicarse con los demás, hablar en público, explicar su estrategia y formar, informar y motivar a su gente a través de la palabra y el discurso. Además, en las escuelas de negocio y en los masters y postgrados de prestigio, no pueden faltar nunca asignaturas como oratoria, hablar en público o temáticas similares. De toda esta temática existen gran cantidad de libros y artículos que analizan y ofrecen buenos consejos para mejorar la capacidad de hablar en público.
No obstante, y mi según mi humilde entender, existe una característica todavía más importante que diferencia los buenos líderes de los grandes líderes; la capacidad de escuchar. Lamentablemente se trata de una aptitud muy poco reconocida y generalmente se le ha dado muy poca relevancia. Sería difícil, por no decir imposible, encontrar un curso dirigido a líderes y/o directivos que trate de cómo mejorar su capacidad de escuchar a su gente; al igual que encontrar algún libro o artículo que haga referencia al tema.
Pero pese a este escaso reconocimiento, la capacidad de escucha resulta esencial para desarrollar un buen liderazgo. Y cuando hablo de escuchar me refiero a hacerlo activamente y de forma empática. Para el directivo o líder resulta una excelente forma de conocer otros puntos de vista (de personas que seguramente están más en contacto con la realidad que ellos mismos), de aprender de ellos, de coger buenas ideas, de tener y poder considerar diferentes puntos de vista…. Además, también tiene un gran efecto a nivel psicológico en las personas escuchadas. A las personas nos suele gustar mucho sentirnos escuchadas y especialmente comprendidos. Resulta imprescindible que los buenos líderes dediquen tiempo de conversación a su gente y especialmente a escucharlos, a ponerse en su lugar, a ser empáticos, a entender y comprender sus puntos de vista, a animarlos y motivarlos a través de la escucha activa.
Generalmente, los directivos y líderes tienen que hacer un terrible esfuerzo para escuchar a su gente. Son personas muy atareadas y suelen tener poco tiempo para estas tareas tan poco ejecutivas o glamourosas como escuchar a su gente. Estoy realmente convencido de que es necesario que los líderes dediquen tiempo a conversar y sobretodo a escuchar a los suyos. Seguro que no será fácil empezar, ya que a la mayoría de líderes les costará un gran esfuerzo ya que seguramente prefieren realizar otras tareas directivas. No obstante, estoy convencido de que si hacen el esfuerzo de intentarlo obtendrán grandes beneficios, mejorará su rendimiento y el de los trabajadores y provocará un mayor rendimiento en su empresa u organización.
¿Cuánto hace que no escuchamos a nuestra gente? Vamos, empecemos cuanto antes; seguro que no nos decepcionará.