De las muchas acepciones que tiene la palabra marca (señal, identificativo, imagen, logotipo, distintivo…), la que más me gusta es la que se refiere a la imagen que tiene una persona de un determinado producto, empresa, persona, país… Porque las marcas, mucho más que cualquier logotipo, diseño o característica técnica, son en esencia, percepciones que tienen los consumidores. Las marcas están en la mente de los demás.
La mayoría de las empresas y profesionales parecen no haberse dado cuenta de que sus marcas están en la mente de los demás. Muchas empresas continúan pensando en que su marca es cómo es su producto, su página web, sus características técnicas… Es decir, ponen todo el foco en su empresa y en sus productos, cuando creo les resultaría mucho más interesante poner el foco en el consumidor (entender qué necesita, cómo
valora los productos, qué necesidad quiere cubrir adquiriéndolos, qué opina de nuestra marca y de las marcas de nuestros competidores…)
En el mundo de la marca personal sucede lo mismo, o incluso me atrevería decir, que esta falta de foco en los demás (clientes, consumidores, público objetivo…) es mucho más flagrante. La mayoría de los profesionales entienden que gestionar su marca personal es centrarse en ellos mismos, mejorar su producto, venderse mejor…Y creo sinceramente que resulta infinitamente más acertado, al igual que sucede con las marcas corporativas, poner el foco en los demás.
No es cómo te vendes, sino porqué te compran, porque al final, nuestra marca no es más que la imagen que tienen de nosotros mismos. A la mayoría de las personas no les interesa ni lo que eres, ni lo que has estudiado, ni tus especialidades… tan sólo les interesa (al igual que suceden con los productos) para qué sirves, es decir, cómo puedes beneficiarles y cómo vas a cubrir sus necesidades. Y este es el punto clave para la gestión del personal branding. Entender y saber transmitir qué beneficios aporta lo que tú haces a tu público objetivo.
Personalmente considero que sólo hay 3 grandes tipos de beneficios: ayudar a tus clientes a aumentar sus ingresos, ayudar a tus clientes a disminuir sus gastos o ayudar a tus clientes a ser más felices (comodidad, tranquilidad, seguridad, diversión, … (piensa qué te haría más feliz como cliente!)).
La buena gestión de la marca personal implica dejar de hablar tanto de uno mismo y centrarse en cómo ayudas a los demás (tu público objetivo). Por ejemplo, yo no busco un fisioterapeuta o un osteópata, me da igual los títulos que tenga, la técnica que utilice… yo lo que quiero es que mi dolor de cervicales desaparezca. En esta línea debes convertir tus características técnicas (qué conocimientos tienes, qué metodología aplicas…) en beneficios concretos para el consumidor. Lo mismo sucede en el ámbito de la educación: de nada sirve qué o cómo enseñas (foco profesor -> teaching), sólo sirve qué y cómo aprenden (foco alumno -> learning).
Tampoco sirve tener muchos títulos, una gran página web, un gran CV o una buena tarjeta de visita sino son debidamente percibidos por el público objetivo. Debes conocer cómo son percibidos todos estos elementos por parte de tu audiencia.
Apuesta por los aspectos que son mejor valorados, por aquellos que te puedan diferenciar de tus competidores, pero siempre teniendo en cuenta al consumidor como eje central de toda tu actividad.
Debes obsesionarte con tu público objetivo, conocerlos, dedicarles tiempo, identificar sus necesidades, qué aspectos valoran más, cuáles menos… Sólo en la medida en que pases del enfoque producto al enfoque cliente gestionarás de forma eficiente tu propia marca personal. Porque, como sabes, tu marca no está en ti, está (en la mente) de los demás.
Y recuerda, fíjate en qué imagen proyectas en los que te rodean, porque como dice Jeff Bezos, fundador y CEO de Amazon “Tu marca es lo que dicen de ti cuando no estás delante”.