La mayoría de las clasificaciones existentes sobre el mercado laboral tienen forma piramidal y están total o parcialmente influenciadas por la jerarquía profesional. En la parte más baja de la pirámide se encuentran los puestos de trabajo con menos responsabilidad y menos dificultad (por supuesto con los mínimos sueldos posibles). En la parte intermedia se sitúan trabajadores con ciertas competencias y responsabilidades y con un nivel retributivo algo mayor. Y a medida que nos acercamos a la parte superior de la pirámide, los puestos de trabajo tienen mayor responsabilidad y nivel de exigencia y por supuesto mayor nivel retributivo. La aspiración de muchos profesionales es ir subiendo en esta pirámide pensando que a medida que logren subir peldaños también irán aumentando su felicidad.
Pero los estudios realizados demuestran que la realidad no es así, es decir, que la felicidad en el mercado laboral no correlaciona con el nivel jerárquico sino tiene en cuenta otros matices. Para explicarlo, me gusta ordenarlo también en forma piramidal. En el nivel inferior de esta pirámide de la felicidad se sitúan los puestos de trabajo. En este primer nivel, el trabajo sirve para cobrar un sueldo a final de mes. No hay otro objetivo que asegurar los ingresos para poder mantener la familia, tener ocio… No se espera otra compensación que la económica. En segundo nivel encontramos lo que los especialistas llaman como carrera profesional. En este caso, la retribución económica sigue siendo muy importante, pero ya no es lo único. Se valoran aspectos como las posibilidades de promoción, ascensos, aprendizaje, formación… Supone un paso más que el puesto de trabajo, pues la persona no sólo valora la retribución económica sino las posibilidades de desarrollo y crecimiento profesional que comporta. Y en tercer nivel, en la cima de la pirámide de la felicidad se sitúa lo que se conoce como vocación. La vocación, en palabras de Martin Seligman (conocido psicólogo norteamericano, especialista en psicología positiva), supone un compromiso apasionado con el trabajo por él mismo. Las personas con vocación consideran que su labor contribuye al bien general, a algo que trasciende al individuo. El trabajo es satisfactorio independientemente de la retribución económica y la carrera profesional. Además, cualquier trabajo puede convertirse en una vocación y cualquier vocación en un trabajo. Es sin duda el nivel más alto de la pirámide.
Y en esta clasificación, a diferencia de la pirámide del mercado laboral, se ha demostrado científicamente que la felicidad (en el ámbito profesional) depende totalmente del nivel que se ocupa en la pirámide de la felicidad. Es decir, las personas que tienen una carrera profesional son más felices que los que tienen un puesto de trabajo y las personas que tienen y siguen su vocación son mucho más felices que el resto. Además, sigue la forma de la pirámide pues a medida que subes el nivel, lamentablemente se reduce muchísimo las personas que están en ese nivel.
Si quieres ganar más dinero y tener mayor responsabilidad tienes que intentar escalar en la primera pirámide del mercado laboral. Para ello debes trabajar muy duro, formarte debidamente, asumir nuevas responsabilidades… Si quieres ser más feliz, tienes que escalar en la pirámide de la felicidad. Conócete mejor, identifica tus fortalezas y sobretodo, descubre tu vocación. No hay nada que te hará más feliz (en el ámbito profesional) que convertir tu vocación en tu profesión. Porque además, se ha demostrado recientemente que las personas que trabajan en su vocación tienen mucho más éxito lo que suele comportar mayores ingresos y sobretodo mayor felicidad.
A mi entender sólo existe una posibilidad de poder ascender en ambas pirámides de forma simultánea: a través de desarrollar y potenciar tu marca personal. De esta forma, podrás crecer a nivel profesional (mayores retos, responsabilidades y remuneración) y podrás ser más feliz al dedicarte a aquella actividad que te gusta, que aportas valor a la sociedad y te permite ser feliz.