De pequeño soñaba con emular a mis ídolos. La mayoría eran del deporte. Intentaba imitar sus movimientos, copiar algunos detalles para mejorar mi práctica deportiva. La imitación era una de mis vías preferidas para mejorar en alguna actividad. Poco a poco, a medida que iba creciendo me fijaba también mucho en los profesores. Analizaba con detalle cómo eran los pocos que realmente me parecían grandes docentes. E intentaba recoger para mi repertorio aquellas frases, ejercicios o acciones que realizaban para conseguir sus objetivos (sí, de bien joven ya quería ser maestro cuando fuera mayor).
En la Universidad más de lo mismo. Intentaba aprender de los mejores profesores y también de algunos compañeros que sobresalían en alguna actividad concreta. Incluso en los inicios de mi carrera profesional, intentaba copiar cosas de los demás. Parecerme a un determinado profesional al que admiraba algunos aspectos, o a otro profesional al que admiraba en otros.
A lo mejor también te sientes identificado con mi historia. De hecho, muchos profesionales intentan imitar o copiar las que consideran mejores prácticas. Suele ser habitual, que cuando alguien llega a un nuevo trabajo, intenta rápidamente fijarse en los demás y copiar lo que considera interesante. Cómo visten, a qué hora van a tomar el café, a qué restaurantes acuden, cómo entregan los proyectos… Es un intento lógico de querer encajar bien, de aprender rápidamente las normas no escritas de una determinada empresa u organización.
En esta línea, cuenta una anécdota interesante Lou Gestner, expresidente de IBM, de su primer día en la empresa. Dicen que llegó una tarde directamente del aeropuerto a la oficina. Previamente había convocado a su comité de dirección para saludarles antes de ir a su hotel. En esta reunión inicial, celebrada a última hora de la tarde, Lou vestía una camisa azul con corbata y el resto de los ejecutivos hombres vestían camisa blanca con corbata. Terminó la breve reunión tras su bienvenida y las presentaciones formales. Y Gestner les citó para el día siguiente a primera hora de la mañana. Y lo que sucedió fue realmente curioso. Gestner se presentó con camisa blanca y corbata mientras que el resto de directos vestían camisa azul con corbata. Es decir, todos habían cambiado su forma de vestir en apenas 12h. Lou para adaptarse a la forma habitual de vestir en la compañía y los directivos para adaptarse a la forma habitual de vestir de su nuevo jefe. Una anécdota que resume perfectamente esta tendencia humana a querer parecernos a los demás.
Normalmente, a medida que nos vamos haciendo mayores y vamos cogiendo experiencia, ya no intentamos imitar tanto a los demás sino tener nuestro propio estilo, nuestro propio sello.
En este sentido y también para mejorar tu marca personal, te sugiero que ya no intentes parecerte tanto a los demás, sino que apuestes por explotar tus propias diferencias. Te aconsejo pienses en qué características tienes que te pueden diferenciar del resto de profesionales de tu propio entorno. Piensa cómo puedes capitalizar tus talentos, tus conocimientos, tu experiencia profesional, tu personalidad…, identifica en qué eres diferente y aprovéchalo. PARA DESTACAR Y NO PARECERTE A NADIE MÁS QUE A TI.
En un mercado profesional tan competitivo y saturado como el actual, a nadie le interesa contratarte si eres exactamente igual a los demás. No intentes disimular tus diferencias, aprovéchalas en tu beneficio y convierte aquello que te diferencia en auténticas fortalezas. Estoy convencido que atreverte a ser diferente te aportará grandes beneficios. Por qué como decía Kurt Cobain, líder del grupo musical Nirvana “Se ríen de mí porque soy diferente, yo me río de ellos porque son iguales”. Tenía toda la razón, pues recuerda; “las personas más exitosas en la mayoría de los ámbitos son realmente diferentes a los demás y disfrutan del lujo de no parecerse a nadie”.