Más veces de las que serían deseables cometemos el fatal error de olvidar que en nuestro entorno laboral hay personas, y no simplemente, compañeros, trabajadores o jefes, y me explicaré.
En muchos casos olvidamos que son como nosotros, o sea, que tienen necesidades emocionales que debemos entender y atender, que no trabajan sólo a cambio de un sueldo, o que, en definitiva, no son felices dentro de su entorno laboral. Esto puede llegar a afectar por supuesto a los otros ámbitos de su vida, con consecuencias personales como la insatisfacción, la frustración, la apatía i el desinterés por el trabajo, o problemas i disfunciones psicológicas o de salud, que a su vez tendrán efectos negativos a corto y medio plazo en su lugar de trabajo, como la baja productividad, la aparición de conflictos en el entorno profesional, los costes del absentismo, la rotación de la plantilla, y como no, y aún peor, a largo plazo, repercutiendo en mala imagen y reputación para la empresa.
Para entender el porqué de este tema os sugiero analicemos al “trabajador” (plantilla) de la misma forma que hacemos con el “cliente”, atendiendo al siguiente paralelismo; el cliente no es un desconocido para nosotros e invertimos mucho dinero en conocerlo, pero ¿conocemos a nuestra plantilla?; el cliente es, antes que nada, una persona que se mueve por el estímulo de sus emociones, pues el trabajador también; el cliente es el centro de nuestra empresa, y por supuesto, nuestros empleados también deberían serlo; todos los clientes son distintos entre ellos y tienen diferentes necesidades que satisfacer y por ello los segmentamos, pero tampoco hay dos trabajadores iguales ¿no?; a los clientes los fidelizamos para que vuelvan y vuelvan y vuelvan, pero ¿qué hacemos para fidelizar a la gente que trabaja para nosotros?; nos obsesiona conocer los índices de satisfacción de nuestros clientes, y ¿cuánto nos preocupamos por conocer si nuestros empleados están satisfechos con su puesto de trabajo, sueldo, funciones, ….?
Una vez hayamos entendido y asumido la importancia de conocer a nuestros trabajadores y hayamos puesto en marcha los mecanismos para hacerlo, tendremos la mitad del problema solucionado, y ya solo faltará ponernos manos a la obra para tratarlos como se merecen y MOTIVARLOS y FIDELIZARLOS, las formas son muchísimas, objetivos realistas, premios a logros y consecución de objetivos, formación, cargos y funciones coherentes, salarios adecuados, integración y participación …
Y no lo olvides, a veces es mucho más sencillo que todo esto, y sólo tenemos que actuar como verdaderos líderes laborales y desarrollar las habilidades emocionales que tenemos a nuestro alcance para hacerlo, y, sobre todo, empatizar y ponernos en el lugar del que tenemos en frente, para saber qué palabra o actitud nuestra provocará su motivación positiva y le dará a entender que sabemos que primero es una persona y después un trabajador o compañero
Y no olvides lo que decía el famoso cirujano y escritor Victor Pauchet hace más de un siglo; “El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento”